Las ciegas y el elefante

Un dia en una de las calles de atenas estaban seis mujeres caminando, cuando de pronto escucharon un voz que decia:
-!un elefante! un elefante vengan a verlo va a pasar por aqui !un elefante! salgan todos.
Las seis mujeres no sabian como era un elefante y esperaron a que pasara para tocarlo.

De pronto se acerco el hombre dueno del elefante y exclamo: - Abran paso señoras dejen pasar a este gran elefante, en eso se acerco una de las ciegas al hombre y le dijo - Buen hombre deja a estas pobres ciegas tocar a tu elefante- y el hombre contesto: -Por supuesto, acérquense una por una es mansito no le tengan miedo-

La primer ciega que toco el elefante dijo: - ya veo el elefante es igualito a una pared no muy lisa- . La segunda ciega le contesto: - No es cierto el elefante es igual a un arbol-. La tercera muy disgustada exclamo: -Por supuesto que no el elefante es parecido a una Lanza. La cuarta ciega contesto: - NO! el elefante es igual a una serpiente. Y la quinta ciega dijo: - Como se atreven a decir eso el elefante es igual a una cuerda.

Las ciegas entraron en una discusión  muy fuerte y para tranquilizarlas el guia les comento: -Tranquila senoras dejen de pelear yo les explicare todo, cada una cree tener la razon pero ninguna la tiene ya que cada una toco una parte distinta del elefante la que toco el cuerpo penso que era como una pared, la que toco una pierna se figuro un arbol, la que alcanzo a tocar unos de los colmillos se imagino que era una lanza y la que toco la oreja penso que era como un abanico, la que toco la trompa se imagino una serpiente y la mas chaparrita que solo alcanzo a tocar la cola se figuro un cuerda

las ciegas comprendieron su error y decidieron se amigas nuevamente


                                                               FIN

La lagartija feliz


Una mañana al levantarse, la última lagartija del mundo notó, que se había quedado dormida y ya iba tarde a la escuela.
Bajó las escaleras para ir a desayunar, pero su desayuno no estaba en la mesa, no había ni huevos, ni tostadas, ni cereal, ni nada de lo que solía desayunar; y tampoco encontró a su mamá.
La última lagartija del mundo pensó que su mamá ya se había ido a trabajar, y que lo más seguro había olvidado hacerle su desayuno; entonces la lagartija enojada, se apresuró a salir de su casa e irse para la escuela.
Cuando iba caminando a la escuela no encontró a ninguno de sus compañeros, y esto la hizo sentirse muy feliz, ya que sus compañeros solo la molestaban, aunque también tenía algunos buenos amigos. Cuando llegó a la escuela tampoco vio a nadie, ni a los profesores, ni tampoco a los niños, todo estaba desierto y no había ni un alma.
cuentos cortos El cocodrilo cojo
Seguro suspendieron las clases” pensó la lagartija, “Que bien, ahora podré ir a jugar y hacer lo que yo quiera” se dijo a sí misma, y con esta idea se marchó de la escuela y se devolvió a su casa.
Pero en el camino a casa tampoco vio a nadie, ni siquiera un auto o un perro, pero la lagartija estaba muy contenta de que no tenía que ir a la escuela ese día, y no se preocupó por eso.
En su casa abrió la nevera y se comió un galón entero de helado, que su mamá le tenía prohibido comer antes de la cena. Después pasó todo la noche jugando videojuegos, y sin darse cuenta se durmió profundamente.
Al día siguiente, se levantó con mucha hambre pero ya no había helado, y su mamá todavía no había llegado a la casa, “Que extraño” dijo la lagartija un poco preocupada, “¿Dónde estará mi mamá?”, y se puso a pensar, y miró por la ventana por algunos minutos pero no vio a nadie pasar a fuera de su casa.
La última lagartija del mundo salió a buscar ayuda para encontrar a su mamá, pero caminó y caminó por horas y no pudo encontrar a nadie, en ese momento se dio cuenta que estaba completamente sola, y que era la última lagartija del mundo; su mamá, sus amigos de escuela, sus profesores, la gente que le molestaba, y la que quería, y todo el mundo que conocía habían desaparecido.
La lagartija nunca había pensado cuanto necesitaba de los demás, pero ahora que estaba sola, ¿Quién le iba a hacer el desayuno?, ¿Quién iba a lavar su ropa?, ¿Con quién iba a jugar?, el mundo le parecía muy grande para ella sola y estola entristeció.
Y la última lagartija en el mundo empezó a extrañar a su mamá, a sus amigos, y quería oír las voces de las otras personas, y aún extrañaba hasta el sonido de los autos y las risas de los demás, la última lagartija del mundo estaba completamente sola.
¿Para qué estoy aquí si no puedo hablar con nadie?” pensó la lagartija.
Hasta las plantas que son los seres más solitarios del mundo necesitan del calor del sol y del agua de la lluvia para crecer y ser felices, hasta el cocodrilo que todo mundo teme necesita de la cebra para alimentarse y necesita del contacto de otros cocodrilos, y las aves que vuelan por todo el mundo siempre tienen un nido a donde volver, nadie puede vivir solo, ni siquiera yo
Y como ya se estaba haciendo de noche la última lagartija del mundo volvió a su casa y estaba tan cansada que se durmió al instante.
A la mañana siguiente, la última lagartija del mundo se despertó porque oyó un ruido que venía de la cocina, muy asustada fue a ver qué era y cuando entró en la cocina, vio a su madre haciendo el desayuno, y se sorprendió tanto que corrió a abrazarla.
¿Qué pasa?”-preguntó su madre asustada.
Que estoy muy feliz de no ser la última lagartija del mundo”’- respondió la lagartija.
FIN

Diario de una cancion


“Esta mañana arrojé el diario contra la pared. No estoy segura de por qué lo hice. Antes pensaba que los periódicos se centraban en las tragedias, pero ahora sé que lo único que les atrae es la violencia, que la muerte sin ella no interesa, por más que sea colectiva y te deje sola, que es la tragedia más grande que hay”. Así comenzaba el diario personal de Eriel, el que durante una década estuvo a la venta en una feria callejera de objetos usados, el que nadie compró al ojear sus primeras páginas y el que hace dos semanas fue adquirido por el Reina Sofía al conocer el contenido de todas las demás.
 
Cabe puntualizar que las notas no eran registradas con fechas, pero dicho documento adquiere la categoría de diario, y no de libro de apuntes, porque Eriel, cada vez que escribía, señalaba si era un lunes, jueves o sábado; envolviendo una historia lineal en una secuencia circular de días de la semana. Sin embargo, por los datos registrados y las averiguaciones realizadas por la actual institución propietaria, se estima que las vivencias descritas transcurrieron entre 1974 y 1979.
 
Un viernes en el que Eriel cayó en una de sus recurrentes depresiones, fue socorrida por un débil recuerdo extraído de su infancia, cuando sus padres le aplacaban sus ganas de ser mayor, cantándole:
Si de verdad quieres crecer y no envejecer
nunca vayas deprisa ni tampoco lento
el secreto es ir a la inversa del tiempo
pero nunca deprisa ni tampoco lento
sólo hay que ir a la velocidad del tiempo
para así comenzar a crecer y no envejecer
 
El que acelera el paso descubre la nostalgia
el que se queda en el momento se queda
mas el que decide crecer conservando al niño
avanza hacia atrás recuperando su inicio
y los recuerdos que traspasan el ombligo (bis)…”.
 
Cuando era niña no le prestaba mucha atención a la letra, sólo se dejaba llevar por la melodía que la hacía sentir arropada por un hogar. Recordaba algo más que la voz cálida de sus padres, recordaba cada uno de los instrumentos que armonizaban la letra; y, envuelta en esas sensaciones, comenzó a sentirse bien, verdaderamente bien. Era como si el recuerdo pasara a ser un presente que la introducía en un espacio donde la tristeza y la rabia estaban prohibidas. No obstante, el hambre y luego el sueño la sacaron de su burbuja, pero la sonrisa se quedó en su rostro.
 
A la mañana siguiente, Eriel se despertó con la firme idea de conseguir esa canción –cruzada que marcó el interés del museo por el diario–. Recorrió todas las discográficas de su ciudad sin éxito, y tampoco lo tuvo al preguntarle a sus amigos y conocidos. A raíz de eso, dejó su trabajo, cogió una mochila y recorrió todos los países hispanohablantes durante unos cuatro años.
 
Debido al desconocimiento de los entendidos, y no entendidos, decidió preguntarle a cualquier desconocido si le sonaba esa canción (Eriel estaba segura de que no era una canción inventada por sus padres, porque recordaba con claridad la música, y ellos no sabían tocar ningún instrumento ni mucho menos componer). Así que Eriel ingenió muchas formas para llegar a la gente y otras tantas para conseguir financiación, que fueron narradas hasta la penúltima página del diario. Coordinó una serie de obras con el Teatro de los Andes para adentrarse en decenas de comunidades recónditas, convenció a Alberto Spinetta y a Mercedes Sosa para realizar actuaciones en varias ciudades y pueblos de Argentina… y montó un centenar de acciones con actores callejeros y músicos de 18 países. Pero ninguna persona le dio lo que buscaba.
 
Al terminar su diario, en el lunes final, Eriel escribió:Convencida de que yo era quien le había puesto instrumentos a esa canción familiar, decidí irme a cualquier parte. Estiré la mano y un autobús amarillo se detuvo. Había un asiento vacío junto a la ventana, al lado de un niño que llevaba un mandil con el nombre Gonzalo bordado en el pecho. El bus comenzó a moverse mientras yo no podía retener las lágrimas de impotencia, de fracaso. Traté de animarme para no llamar la atención y por manía comencé a tararear la melodía de mi canción. Y ese niño, Gonzalo, comenzó a cantar, y le siguió un joven canoso, y después un hombre muy arrugado que estaba delante, y siguieron todos los demás, hasta el chofer. Era hermoso escucharlos…
  
El que acelera el paso descubre la nostalgia
el que se queda en el momento se queda
mas el que decide crecer conservando al niño
avanza hacia atrás recuperando su inicio
y los recuerdos que traspasan el ombligo

Si de verdad quieres crecer y no envejecer
recuerda que el juego es el principio de todo
y recuerda que ser parte es el único modo
pero es necesario que recuerdes ante todo
que sin arrugas nunca encontrarás el modo
de retomar las huellas para no envejecer…
Y mientras los escuchaba, me di cuenta de que el bus avanzaba marcha atrás

Los 3 cochinitos


 En el corazón del bosque vivían tres cerditos que eran hermanos. El lobo siempre andaba persiguiéndoles para comérselos. Para escapar del lobo, los cerditos decidieron hacerse una casa. El pequeño la hizo de paja, para acabar antes y poder irse a jugar.
    El mediano construyó una casita de madera. Al ver que su hermano pequeño había terminado ya, se dio prisa para irse a jugar con él.
    El mayor trabajaba en su casa de ladrillo.
- Ya veréis lo que hace el lobo con vuestras casas- riñó a sus hermanos mientras éstos se lo pasaban en grande.
    El lobo salió detrás del cerdito pequeño y él corrió hasta su casita de paja, pero el lobo sopló y sopló y la casita de paja derrumbó.
    El lobo persiguió también al cerdito por el bosque, que corrió a refugiarse en casa de su hermano mediano. Pero el lobo sopló y sopló y la casita de madera derribó. Los dos cerditos salieron pitando de allí.
    Casi sin aliento, con el lobo pegado a sus talones, llegaron a la casa del hermano mayor.
    Los tres se metieron dentro y cerraron bien todas las puertas y ventanas. El lobo se puso a dar vueltas a la casa, buscando algún sitio por el que entrar. Con una escalera larguísima trepó hasta el tejado, para colarse por la chimenea. Pero el cerdito mayor puso al fuego una olla con agua. El lobo comilón descendió por el interior de la chimenea, pero cayó sobre el agua hirviendo y se escaldó.
    Escapó de allí dando unos terribles aullidos que se oyeron en todo el bosque. Se cuenta que nunca jamás quiso comer cerdito.
FIN

Caperucita roja


    Había una vez una niña muy bonita. Su madre le había hecho una capa roja y la muchachita la llevaba tan a menudo que todo el mundo la llamaba Caperucita Roja.
    Un día, su madre le pidió que llevase unos pasteles a su abuela que vivía al otro lado del bosque, recomendándole que no se entretuviese por el camino, pues cruzar el bosque era muy peligroso, ya que siempre andaba acechando por allí el lobo.
    Caperucita Roja recogió la cesta con los pasteles y se puso en camino. La niña tenía que atravesar el bosque para llegar a casa de la Abuelita, pero no le daba miedo porque allí siempre se encontraba con muchos amigos: los pájaros, las ardillas...
    De repente vio al lobo, que era enorme, delante de ella.
- ¿A dónde vas, niña?- le preguntó el lobo con su voz ronca.
- A casa de mi Abuelita- le dijo Caperucita.
- No está lejos- pensó el lobo para sí, dándose media vuelta.
    Caperucita puso su cesta en la hierba y se entretuvo cogiendo flores: - El lobo se ha ido -pensó-, no tengo nada que temer. La abuela se pondrá muy contenta cuando le lleve un hermoso ramo de flores además de los pasteles.
    Mientras tanto, el lobo se fue a casa de la Abuelita, llamó suavemente a la puerta y la anciana le abrió pensando que era Caperucita. Un cazador que pasaba por allí había observado la llegada del lobo.
    El lobo devoró a la Abuelita y se puso el gorro rosa de la desdichada, se metió en la cama y cerró los ojos. No tuvo que esperar mucho, pues Caperucita Roja llegó enseguida, toda contenta.
    La niña se acercó a la cama y vio que su abuela estaba muy cambiada.
- Abuelita, abuelita, ¡qué ojos más grandes tienes!
- Son para verte mejor- dijo el lobo tratando de imitar la voz de la abuela.
- Abuelita, abuelita, ¡qué orejas más grandes tienes!
- Son para oírte mejor- siguió diciendo el lobo.
- Abuelita, abuelita, ¡qué dientes más grandes tienes!
- Son para...¡comerte mejoooor!- y diciendo esto, el lobo malvado se abalanzó sobre la niñita y la devoró, lo mismo que había hecho con la abuelita.
    Mientras tanto, el cazador se había quedado preocupado y creyendo adivinar las malas intenciones del lobo, decidió echar un vistazo a ver si todo iba bien en la casa de la Abuelita. Pidió ayuda a un segador y los dos juntos llegaron al lugar. Vieron la puerta de la casa abierta y al lobo tumbado en la cama, dormido de tan harto que estaba.
    El cazador sacó su cuchillo y rajó el vientre del lobo. La Abuelita y Caperucita estaban allí, ¡vivas!.
    Para castigar al lobo malo, el cazador le llenó el vientre de piedras y luego lo volvió a cerrar. Cuando el lobo despertó de su pesado sueño, sintió muchísima sed y se dirigió a un estanque próximo para beber. Como las piedras pesaban mucho, cayó en el estanque de cabeza y se ahogó.     
    En cuanto a Caperucita y su abuela, no sufrieron más que un gran susto, pero Caperucita Roja había aprendido la lección. Prometió a su Abuelita no hablar con ningún desconocido que se encontrara en el camino. De ahora en adelante, seguiría las juiciosas recomendaciones de su Abuelita y de su Mamá.
FIN